Geoparque Mundial UNESCO

Nº23 – Anticlinal del Ibor

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LOCALIZACIÓN Y ACCESIBILIDAD

Se encuentra situado en la parte central de Las Villuercas, ocupando dos anchos valles por los que discurren el río Ibor, hacia el Tajo, y el río Guadalupe, hacia el Guadiana.

Se accede a la zona norte del anticlinal del Ibor a través de la carretera nacional que comunica Guadalupe con Navalmoral de la Mata (EX-118), y a través de ella, en numerosos puntos, se ofrecen panorámicas inmensas sobre el valle del río Ibor, de incomparable belleza. Esta carretera permite también acercarse a la preciosa cueva de Castañar de Ibor, culmen del relieve kárstico que caracteriza esta zona.

Para contemplar bien esta megaestructura hemos elegido un lugar en la carretera EX-118, salida sur de Navalvillar de Ibor, hacia Guadalupe: el Mirador de la Báscula.

ATRACTIVOS DE LA VISITA

La disposición de los materiales que constituyen esta megaestructura, su composición y los fósiles que contiene, nos hablan de los orígenes de sus rocas y nos permiten saber que formaron parte de un medio profundo donde se depositaban materiales turbidíticos (Grupo Domo Extremeño) que evolucionó a una extensa plataforma marina que emerge al inicio del Cámbrico (Grupo Ibor).

Las calizas representan antiguos arrecifes constituidos por Cloudina y estromatolitos, estructuras sedimentarias orgánicas que indican medios de aguas poco profundas. En las lutitas del Grupo Ibor existen otras formas filamentosas de posibles algas o bacterias (vendoténidos) y tubos quitinosos de posibles pogonóforos (Sabellitides).

La riqueza de sus materiales calcáreos (calizas, dolomías y sideritas) es conocida desde la antigüedad. De hecho, se han utilizado tanto para la industria calera, como atestiguan los numerosos hornos para cal distribuidos por toda la zona (por ejemplo, los hornos de La Calera), como para la industria siderúrgica derivada de los llamados “criaderos de hierro del Grupo Ibor”.

INTERPRETACIÓN GEOLÓGICA

Reconstrucción del ecosistema ediacárico en el geoparque. Ilustración de Antonio Grajera.

Geológicamente, debía constituir una estructura de plegamiento muy extensa y alargada en dirección NW-SE, sin embargo, su desmantelamiento casi en su totalidad por la erosión nos impide actualmente reconstruir su forma primitiva. Hoy día únicamente podemos observar algunos cerros testigos en su parte más estrecha próxima a Navalvillar y Castañar de Ibor, donde posiblemente dibujaba una estructura anticlinal. Sin embargo, en su parte más ancha, próxima a la transversal Alía-Guadalupe, lo más probable es que constituyera una sucesión de pequeños anticlinales y sinclinales de los que quedan algunos cerros testigos de pequeñas dimensiones, como el pico Agudo o los pequeños afloramientos al norte del estrecho de Puerto Llano. El desmantelamiento erosivo de esta megaestructura que se formó durante la orogenia Hercínica, ocurrida durante el periodo Carbonífero, hace más de 300 millones de años, nos muestra el zócalo Ediacárico plegado en la Orogenia Cadomiense, hace unos 540 Ma, y cuyas direcciones estructurales no coinciden con las hercínicas.

Desde el lugar elegido de observatorio resulta más fácil comprender que las rocas (Cuarcita Armoricana) que forman las crestas de las sierras a ambos lados de esta megaestructura, son parte de la misma formación geológica que en su momento estuvo dispuesta dibujando un gran anticlinal o anticlinorio. Lo que vemos hoy son sus restos porque todo el núcleo de la megaestructura abovedada ha desaparecido convirtiéndose en un valle (relieve invertido) recorrido por los ríos Ibor y Guadalupe, quedando solamente parte de los flancos o bordes de la misma (p. ej. los camorros de Castañar y de Navalvillar).

Los materiales que aparecen en el núcleo del exhumado zócalo son los más antiguos del geoparque y pertenecen al grupo Domo Extremeño, de una edad imprecisa ediacárica, ya que no contiene icnofósiles. El Grupo Domo Extremeño, representado aquí por la Formación Guadiana, incluye series muy monótonas y potentes (más de 1.000 metros) de alternancias de lutitas y grauvacas que se depositaron en ambientes turbidíticos de medios marinos profundos. Representan sedimentos flischoides relacionados con la orogenia Cadomiense. Las grauvacas, con una importante matriz arcillosa, y la presencia de abundante materia orgánica y pirita (tanto en las grauvacas como en las lutitas) permiten una fácil meteorización y erosión, por lo que esta unidad da relieves muy suaves y deprimidos. Estos materiales, ampliamente representados en un hipotético triangulo con vértice en la ermita del Humilladero y bases en los términos de Guadalupe y Alía, quedan interrumpidos hacia el sur por los extensos depósitos terciarios de las rañas. La facilidad con la que se alteran estas rocas dificulta su observación, siendo las áreas donde se han realizado obras (como taludes de las carreteras y ferrocarril abandonado) las más propicias.

En discordancia angular y erosiva, observable en diversas áreas, se dispone el Grupo Ibor, ampliamente representado en la parte más estrecha de la estructura (valle del Ibor) y en los márgenes próximos a la gran megaestructura. Incluye una gran diversidad de rocas sedimentarias detríticas (lutitas, areniscas feldespáticas, grauvacas y conglomerados) y de precipitación química (niveles de carbonatos discontinuos que pueden alcanzar más de 100 metros de potencia). Todos estos sedimentos se depositaron en un medio de plataforma mixta (siliciclástica y carbonatada).

El rasgo más notable es la presencia en los niveles carbonatados de los primeros metazoos que segregaron un exoesqueleto calcáreo (Cloudina y Sinotubulites). Cloudina, junto a Sinotubulites, Namacalathus y otros fósiles esqueléticos de finales del Ediacárico, son los precursores de la biomineralización generalizada que se produjo en los animales a principios del Cámbrico, favoreciendo nuevas estrategia de alimentación y defensa que permitieron la colonización de nuevos ambientes. Sin duda, el origen de los esqueletos dio lugar a una fuerte expansión de la fauna marina que se ha recogido en el registro fósil como un gran evento de la evolución conocido como “la gran explosión biótica del Cámbrico”.